sábado, 17 de enero de 2015

Ciencia y espiritualidad se acercan: los físicos y médicos son los místicos modernos, confirmando conceptos espirituales, la inmortalidad, omnipresencia, en base a datos, no solo fe. Las grandes similitudes entre religiones.


"La misión de Ciencia y No-Dualidad (SAND) es forjar un nuevo paradigma en espiritualidad, uno que no esté dictado por el dogma religioso, sino que esté basado en la sabiduría ancestral de las antiguas tradiciones del mundo, e información de los ultimos avances en ciencia, y fundada en la experiencia directa". www.scienceandnonduality.com

“Sólo si nos deshacemos de nuestros miedos, si vemos a la gente de otras religiones como iguales, como almas como nosotros que van camino del cielo, podremos amar en un sentido auténtico, incondicional. Todos somos lo mismo, todos remamos en la misma galera. En nuestras muchas reencarnaciones, hemos sido de todas las religiones, de todas las razas. El alma no tiene raza, no tiene religión. Sólo conoce el amor y la compasión. 

Cuando nos damos cuenta de que todos somos lo mismo, de que sólo hay diferencias superficiales y poco importantes entre nosotros, pero ninguna que de verdad importe, podemos tender la mano hacia atrás y ayudar a los demás que están en el mismo sendero, da igual que sean como nosotros o no.  

Al escarbar bajo los rituales y las costumbres superficiales de las diversas religiones se encuentran sorprendentes similitudes de ideas, conceptos y consejos. Incluso el lenguaje es increíblemente parecido. Nos hemos matado en nombre de la religión cuando, en el fondo, muchos de los más devotos creen en realidad en lo mismo.


Todas las grandes religiones hacen hincapié en la importancia de llevar una vida espiritual, de comprender la presencia divina en todos los seres y todas las cosas  y más allá de ellos, de las buenas acciones, del amor, la compasión, la caridad, la fe y la esperanza. Todas hablan de una vida después de la muerte, del alma. Todas subrayan la importancia de la bondad, del perdón y de la paz.


Cuando hablo de religiones me refiero a la maravillosa sabiduría espiritual y a las tradiciones, no a los edictos y las reglas producto de la mano del hombre que se han promulgado por motivos políticos y que sirven para separar a la gente. Hay que saber diferenciar las verdades espirituales de las normas de motivación política. Esas normas son barreras que nos mantienen temerosos y separados.
Ahora podemos empezar a aceptar conceptos como la omnipresencia divina, la inmortalidad del alma, la existencia continuada tras la muerte física sobre una base de datos, no solo de fe.
Así pues, ¿por qué somos tan ignorantes antes la esencia de nuestras propias religiones, con sus ricas tradiciones espirituales, por no hablar de las religiones de nuestros amigos y vecinos? ¿Por qué insistimos en ver sólo las diferencias cuando las similitudes son abrumadoras? ¿Por qué hacemos caso omiso de las enseñanzas, de los preceptos, de las normas y de las pautas que los grandes maestros nos han presentado con tanto amor y tan bien?



Repito que nos hemos olvidado de que sabemos. Atrapados en la rutina de la vida diaria, nos obsesionamos tanto con las preocupaciones y la ansiedad, nos preocupamos tanto de nuestra situación, de nuestro exterior, de lo que los demás piensan de nosotros, que nos hemos olvidado de nuestro yo espiritual. Nos da miedo la muerte porque nos hemos olvidado de nuestra verdadera naturaleza. Nos preocupan tanto nuestra reputación y nuestra posición, que los demás nos manipulen para “obtener” algo que nosotros “perdemos”, nos aterra tanto parecer estúpidos, que hemos perdido el valor de ser espirituales.

No obstante, la ciencia y la espiritualidad consideradas antitéticas durante mucho tiempo, se están acercando. Los físicos y los psiquiatras se están convirtiendo en los místicos de los tiempos modernos. Estamos confirmando lo que los anteriores místicos sabían de forma intuitiva. Todos somos seres divinos. Hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado. Y para volver a casa tenemos que recordar el camino.”



Fuente: Brian Weiss, “El mensaje de los Sabios” pg 268 y 269

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